Primer capítulo de Realidad pintada a mano

Olaya dormía plácidamente sobre uno de sus costados; su pelo liso caía dejando ver su hombro y su tatuaje, una luna y una estrella. Daniel tenía otro en la muñeca izquierda. Era una promesa que ambos habían hecho tiempo atrás; una promesa que reflejaba su amor, y, también, un viaje al lejano oriente, a una ciudad dividida por un río, al sueño de ella…

Él la miraba embelesado, llevaban ya un año juntos, y cada día la quería más que él anterior. Nadie se sorprendió cuando comenzaron a salir, parecían novios desde hacía demasiados años, sin darse cuenta…
Recordó aquella noche, en la que empezaron, la que tanto desearon…

[Ella pidió un Martini y le dio una calada al pitillo. Algo llamó su atención y se puso en pie; con uno de los tacones enganchado en la butaca. Un chico acaba de entrar por la puerta. Era moreno, con los ojos azules como el mar. Ella sonrió. Por fin. -Llegas tarde...-Musitó. -O tú demasiado pronto.-Le contestó revolviéndola el pelo. Sabía que lo odiaba. Ambos rieron y miraron a su al rededor; hasta que él rompió el hielo. -¿Quieres beber algo?-Le preguntó. -No gracias... aunque... se me ha terminado el Martini.-Zarandeó la copa y le dio otra calada.-Aunque si invitas tú...- -Claro que invito yo; yo he terminado los exámenes ¿no? Hoy corre de mi cuenta.-Sonrió y blandió su tarjeta de forma alegre mientras ella reía a carcajadas. -¡Un gintónic y otro martini!- La noche continuó con alguna copa más y con muchas dulces sonrisas.]


Sonrió; Olaya era lo único que deseaba en esta vida; ella, y un futuro juntos. Para toda la eternidad.
El reloj marcaba las seis, pero, por suerte era sábado y no tenían que ir, ni a trabajar, ni a la universidad. Pronto tendrían vacaciones, y él la propondría otro viaje para el que había estado mucho tiempo ahorrando; pero, no sabía, que la sonrisa que tenía ella en el rostro en aquél instante era por lo mismo, le llevaría al sitio donde pasaron el primer verano como niños.

-Dani…-

Él chico se sobresaltó porque pensaba que ella estaba dormida, quizás la habría despertado con sus caricias.

-Dime pequeña…-
-Te amo…-

Le besó y se sentó encima de él, como tantas veces. En realidad, le provocaba sin saberlo, ella entera era una delicia. Delicada como un lirio pero hermosa, inteligente y dulce como una auténtica dama, como la diva que siempre había soñado ser. Aquellas chicas como Marilyn Moroe y Audrie Hearbun; quería ser como ellas… Desde muy pequeña; el periodismo no solo había sido su única pasión; siempre quiso ser bailarina, cantante, actriz… lo que cualquier niña.

Cada vez que ella se ponía aquellas grandes gafas que estaban tanto de moda y posaba, él la veía como aquella diva; pero para ella siempre eran chorradas. Las divas de los 60 ya habían dejado de existir y ella solo era una periodista sin más.
A él le partía el corazón que no cumpliese esos sueños pero si era cierto que era muy buena periodista; escribía y dibujaba con talento y maestría…. Tenía mucho futuro por delante.

-Diva…-
-Dime querido.-Dijo Olaya metida en el papel de famosa.
-¿Qué le apetece hacer, señorita?-

Rió. Él la seguía el royo de famosa; él quería únicamente su felicidad… Estaban hechos el uno para el otro; se notaba. Sus ojos brillaban con fuerza, reflejaban su alma, pura, inocente… Ella en si era inocencia y sencillez.
No aguantó más. La besó. Con intensidad, con pasión. Ella se quedó perpleja y se dejó hacer…
Llamaron a la puerta.

–Mierda.-Pensó Dani.

Olaya cogió un pantalón y una camiseta, se los puso mientras corría por el pasillo y abría la puerta, intentando parecer.

-Olaya…-Dijo una voz con dolor cargado en su tono.
-Damian… ¿qué haces aquí?