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lunes, 15 de junio de 2009

Heridas del corazón.


Dicen por ahí (aunque yo no sé bien si creermelo) que hay amores que matan. También dicen, o he escuchado, que las heridas, cicatrices o como quieras llamarlo, tardan en curar.
Eso sí que me lo creo, porque las mias todavía están al rojo vivo.
También dicen, hablan, cuentan o cantan, que los recuerdos son lo más duro de esta vida, y... no sé si darles la razón. Hay días en los que los recuerdos son malos y vienen con ganas de hacerte llorar (de ahí el famoso dicho de: "Quién más te quiere, te hará llorar") pero otros, vienen con ganas de hacerte sonreir por todo lo feliz que fuiste.
Las cicatrices ya cosidas, como las tuyas, como las de ella, duelen un poquito menos porque empiezan a sanar (apesar de que mamá, o papá, o tú solito/a te eches la mercromina que escuece). Pero hay otras que se abren y se abren, y nunca jamás se cierran, como las que tengo yo. Me recuerdan cada día quién soy y quién eres (o no eres) tú. Me recuerdan lo mucho que te quiero y las pocas fuerzas que me quedan para gritartelo a los cuatro o cinco vientos (será por ese calor de África que ha venido...).


Cuesta mirarse al espejo y ver esa heridita en el lado izquierdo.




No sé quién eres anónimo, pero... gracias por ayudarme a escribir.

1 comentario:

Ignacio Reiva dijo...

Toda herida termina sanando, pero las del alma no sólo sanan, purifican una vez curadas y vuelven mas fuerte la mirada y eterna la sonrisa. No tengas miedo a llorar.