Escribir, escribir...

Se sentó en la silla giratoria, frente al ordenador.
La música estaba a tope, la impedía pensar; era una calurosa noche de verano, de esas en las que la ropa se te pega y solo te dan ganas de tumbarte en el suelo y llorar.
Abrió la galería de imágenes de aquella carpeta y miró, con dulzura, fotos que la evocaban sensaciones, recuerdos...

Comenzó a escribir, suavemente, pulsando las teclas con destreza, pero a la vez con tranquilidad.
Aquella vez, tenía la mente repleta de ideas, pero ninguna se fijaba en la hoja de word... Suspiró. Estaba cansada, había salido a montar en bici toda la tarde; se había llevado la cámara de fotos y tomó algunas buenas... Pero nada que llamase la atención entre los premios de fotografía que tenía, eran fotos normales y corrientes.

Era la noche de San Juan, una vulgar noche para muchos, pero una especial para ella. Desde que era pequeña, su prima había hablado de las noches de San Juan, una hoguera para saltar, para pedir deseos, mirar las estrellas, soñar... ¿Y dónde estaba ella? Sentada frente al ordenador, escribiendo algo sin sentido, lamentandose y llorando... Estúpida.

Solo era una estúpida sin nada más que hacer.