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lunes, 2 de marzo de 2009

Celos.

Y aquél dolor que sentía, ese sentimiento tan extraño en ella, no tenía otro significado que no fuese: CELOS.
Aquella horrible enfermedad la había inbadido no tenía remedio, ya que desde pequeña la había enseñado que una persona celosa, no amaba de verdad; pero aquél frío domingo lluvioso, se le antojó algo melancólico y raro.

Desde la noche anterior, había echado de menos a su amor; había mirado el móvil miles de veces, pensando o no mandarle un pequeño mensaje en que lo único que pusiese fuese: TE QUIERO. Pero antes de que tocasen las tres, mientras vacilaba el hacerlo o no, cayó profúndamente dormida, como si hubiese mordido la manzana de Blancanieves.
En sueños, besó sus labios, acarició su cuello y se fundieron en tal abrazo, que parecían un único ser. Su amor, le había dicho hacía tiempo: "Princesa... ¿quieres ser uno conmigo? En el momento en el que seamos uno, nada más nos separará."

Al despertar, los rayos del sol no tornaban su mirada con colores lidos, los tornaban grises, azules, fríos, sin vida. Un escalofrío la recorrió, y se puso aquella bata de lino bordada única y exclusivamente para ella. El café caía inundando la cocina roja de su olor, arrugando la nariz de ella. El periódico solo daba malas noticias de muertes, separaciones, peleas.
El resto de la mañana, transcurrió entre lágrimas y sollozos, cada minuto que pasaba, la distancia aumentaba y el dolor era más fuerte. Se repetía a si misma mil y una veces que no debía llorar, que debía ser fuerte por los lazos que les mantenían unidos.
Y cuando supo de su amor, sonrió a más no poder. En aquellos momentos, se sentía brillar, brillar a su lado; poder valer algo para que se fijase únicamente en ella.
Pero no era así, su amor sonreía a otros, era dulce, alegre y vital con los demás. Y ella en aquellos momentos se sentía morir; ver cómo los demás deseaban arrebatarle a su amor de sus brazos le mataba y al mismo tiempo, le hacían un nuevo sentimiento en ella, un sentimiento llamado celos.
Los celos la carcomían, haciendo que su sonrisa de horas pasadas por agua, se tornase en mohínes con un deje de dolor. Su mirada no podía desviarse ni un solo milímetro de los finos hilos de gotas que caían desde el cielo; su mente no para de pensar en su amor y entodos los momentos vividos. En cualquier imágen, se mostraría con una imágen difuminada de ella, tirada en el suelo con las manos entre el rostro y su amor, con una sonrisa radiante, mirando a cualquier otra persona con la que era capaz de ser feliz.

Un papel quería sacar sus sentimientos de allí, quería plasmar esa impotencia y ese dolor. "No importa lo buena que puedas ser, siempre hay alguien mejor que tú, y día tras día tengo a alguien que me lo demuestra.
No importa lo ingeniosa que pueda ser, ella siempre lo será más que yo, ni lo encantadora, ella siempre está ahí para decirme que ella lo es más.
No importa lo que trabaje en una cosa, ella siempre lo hará mejor que yo.
Aunque me cueste mucho trabajo sonreír y saque la mejor de mis sonrisas, dará igual, porque ella sonreirá más y mejor sin el mínimo esfuerzo.
Puedo escribir una historia que ocupe hojas y hojas, que ella en cuatro líneas te hará sentir algo mucho más profundo de lo que yo he sido capaz nunca...
Ya me doy por vencida, siempre estará ella para demostrarme que es mejor que yo..."

Y allí quedó un corazón marchito, una copa de tequila rojo en el suelo, unos celos incontrolables dentro de una maleta, un melodía de piano desafinada, un pintalabios ro/to, un montón de historias no contadas, un teléfono descolgado, unas lágrimas estrelladas, un olor a jazmín profundo, un sueño dormido y la imágen de una chica deseosa de ver a su amor.

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