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lunes, 23 de febrero de 2009

Dos años.

¡Já!
Estúpida ilusa; allí estaba ella, una tarde más, dos años después, tropecientas mil horas más tarde, una vida entera pasada, esperando a ver si volvías a hablar con ella, a decirle que la querías, a sonreír por ella, a hacer de su corazón un manojo de ilusiones.
Pero no, una tarde más, dos años después, tropecientas mil hora más tarde, una vida entera pasada, tú no estabas allí, haciéndola sonreír de verdad, como la tarde en que las rosas rojas y las canciones eran lo menos importante en aquella fiesta. Princesa y príncipe. Una idiota enamorada y un cabronazo.
Y suspira, suspira pequeña princesa, llora, llora pequeña princesa; sabes que no va a volver. Que se ha vuelto a marchar, como hace siempre; que por más que esperes, no va a sonar tu teléfono; que por más que mires las estrellas, ya no habrá un "te quiero" en cada una de ellas; que ya no va a decirte que se ha portado mal pero que "te quiere" y que no volverá a ocurrir.

Porque está ocurriendo, y tú, una indefensa muñequita de cristal, estás esperándole con lágrimas de plata en tus ojos oscuros como el café, esperando a que venga, te coja en brazos y te de un beso de esos a los que llaman "de película", en el que te regale el corazón.

Disculpa, no lo sentimos, los vales de besos los gastó otra, quizás una mayor, más adulta, más guapa, más alta, más inteligente, menos pequeña, menos infantil, menos horrenda, menos bajita, menos tonta; una de esas que son totalmente contrarias a ti. De esas chicas con estilo, capaces de comerse el mundo de un solo bocado, andando como si nada en tacones de diez centímetros y que además llevan sus labios perfectamente pintados de rojo pasión.
Disculpa, no lo sentimos, no vales lo suficiente ni para aspirar a que te sonría, a que te bese, a que te acaricie, a que te diga "te quiero", a que te regale estrellas, a que te perfume con rosas rojas, a que haga suya, a que sea única y exclusivamente tuyo, a que te acompañe hasta el amanecer, a que te robe poco a poco esos besos al alba, a que lo único que encuentres en el crepúsculo sean sus manos.

Bien; aquí tienes, quédate con los recuerdos destrozados, los sueños hechos girones, los besos que nunca te dio, las llamadas que no recibiste, las ilusiones que se quedaron en el cajón, a las caricias que tu piel no sintió, las conversaciones que se borraron, los regalos que nunca llegaron a su destino, las rosas que nunca encontraste en tu buzón, los abrazos en los que no lloraste sobre su hombro. Quédate con tus lágrimas princesa, no tienes nada más.

2 comentarios:

Ámbar dijo...

Has de reconocerme que escribes JODIDAMENTE BIEN, que tu manera de describir como se siente esa chica es JODIDAMENTE REAL, y que te adoro, mucho muchísimo ;__;

Cuidate, Aine, ya sabes que te adoro, y que a ver si hablamos pronto, que se te echa de menos :)

Enrique dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.