Julia.

Julia era una de las mejores amigas de Carlota. Me gustaba ver a aquella chiquilla corretear por casa en busca de Carlota y sus zapatillas de cordones amarillos. Era muy dulce y buena, pero con una punta de locura y reveldía que me hacía sonreír cada vez que iluminaba las ventanitas naranjas del ordenador.
De vez en cuando, Julia me llamaba al móvil simplemente para guardar silencio y decirme que estaba bien; fue una lástima cuando dejó de hacerlo y mi preocupación crecía y crecía.
Julia era la fan número uno (realmente, era la número dos porque la número uno era yo) de aquél grupo deslabazado y dicharachero que tanto me gustaba; cantaba conmigo cada fin de semana bajo la luna aquella frase que decía... "Tus ojos son los culpables de mi locura" y se lo dedicaba a ese lobo todavía inexistente.

Julia cambió la caperuza roja por azul, porque, seguramente, esta daría más color a sus mejillas.
Aunque una vez me contó que coleccionaba besos en tarros de cristal para regalármelos de uno en uno (porque los empachos no son buenos) cuando estuviese triste.
Eso me recuerda que una vez, un día caluroso de Julio, la prometí que cuando me hiciese mayor la llevaría a beber tequila (con sal y limón, que está más rico) subida en unos Manolos rojos.
Ella soñaba a media noche para vivir el resto de los días, porque un suspiro puede ser el más largo del mundo si le miras a los ojos.

Julia reía poco y lloraba de vez en cuando. Trataba de ser una niña disfrazada de valiente puesto que 'los valientes, son los que tienen miedo' aunque, en ocasiones, como todos, se tambaleaba un poquito y trataba de caerse, pero yo iba acompañada de mi Torre de Pisa (que no de pizza) para que jugásemos a inclinarnos.

Le gustaba escribir historias de amor/dolor acompañada por una buena copa de ron blanco mientras yo la tarareaba los pétalos de las rosas que deshojábamos juntas.

Julia también terminaba por 'a', como Carlota y Lorena (amapola, ciruela, luna, música... a, a, a y a) pero para mi siempre sería mi pequeña cosita o Yuli.

También recuerdo que roleabamos mientras nos reíamos porque ella intentaba hacerme enloquecer (bueno, a Aine, pero es casi lo mismo). Espero que siga conservando aquella flor que le convertí en anillo.

Una vez me contaron que no se rindió y que se comió al lobo feroz, al príncipe azul y a Peter Pan de un solo bocado, sé que ella podía hacerlo, pero me erizó el vello que se lanzase sin esperarme.

Julia era como Carlota, eran aquellas muchachas pequeñas que conseguían que me riese, convirtiéndose en mis hermanas pequeñas.

Juntas bailábamos 'Thriller' en el vestidor de la abuela mientras nos calzábamos los tacones y rompíamos los espejos. La ropa de Chanel, de Dior y de Givenchy estaba en algún montón de aquella jauría impuesta por los tauro y los escorpio.

A Julia le gustaba salir a la calle en esas noches en las que de repente se ponía a llover pero minutos después salía el sol. Julia solo dormía tranquila las noches del cuatro y del siete por ser sus números favoritos, aunque en todas las otras iba a contarla un cuento y a velar sus sueños, lo que pasa es que ella no me veía porque yo ya me había vuelto transparente.

Cuando Gail se posaba en su regazo para dormir ella siempre le ataba un lazo blanco con una rosa azul, era su forma de decirle 'te quiero' a aquel gatito. Le gustaba comer en aquellas ocasiones un pedazo de mi (unpocofamosa) tarta de chocolate con fresas o con cerezas, así le entraba la inspiración para ser una de las mejores escritoras en un futuro.

Le dejo un 'TE QUIERO' bien grande en el colchón (y otro en el corazón).