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miércoles, 19 de agosto de 2009

Pim, pam... los recuerdos llaman a tu puerta.

Miraba a la gente con desprecio, pero realmente se despreciaba a sí misma.
Realmente su vida era una barrera hacia su mundo, una máscara que tapaba sus sentimientos.
Parecía una chica feliz, siempre sonreía, caminaba alegremente y nunca se cansaba de tararear sus canciones.
Todos creían que nadie podía ser más feliz que ella, pero desconocían su dura realidad. Cada mañana deseaba no empezar otro oscuro día, se veía tirada en el suelo de los baños llorando, de nuevo, con la boca ensangrentada y las costillas magulladas, sin fuerzas para levantarse, rodeada por un grupo de chicas que cada uno de los días de su vida lo convertían en un infierno.

Apoyada en la pared, cabizbaja con la mirada fija en ningún punto en concreto de aquel frío suelo, oía como se reían de ella.
Las pocas fuerzas que le quedaban y toda su ira se concentraban en sus manos, apretadas con tanta fuerza que en ocasiones por sus puños recorrían ríos de sangre. Aquella persona a la que consideraba su amiga, la abandonó por el chico al que siempre había querido y por otro grupo de amigas, y también comenzó a destrozarle la vida.
Cada noche antes de acostarse, pensaba que ojalá todo eso fuese una pesadilla y que a la mañana siguiente, al despertar, todo fuera perfecto…Pero al día siguiente todo seguía igual o peor. No se explicaba qué había hecho ella para que su vida fuese así, era lista, simpática, e incluso muy guapa. Pero por alguna razón no era aceptada.

Los fines de semana cogía un libro lo escondía en la mochila y salía a la calle haciendo creer a sus padres que había quedado con sus “amigas”. Caminaba hasta un parque, lo más alejado posible de su barrio para no encontrarse con la gente de su colegio, se sentaba en el banco más escondido que encontraba libre y se ponía a leer. Aquellas historias inventadas, creando un mundo irreal, la hacían sentirse viva, la hacían vivir cosas que a ella nunca le ocurrirían. Aquellos momentos leyendo en el parque eran lo más parecido que conocía a la felicidad… Pero ahí acababa todo porque, tarde o temprano, sonaría esa alarma que le indicaba que era hora de volver a su realidad.
Mientras caminaba hacia su casa, con la cabeza baja, incapaz de mirar al frente, pasó a su lado un grupo de amigos de entre los cuales sintió una mirada, alzó la cabeza y vio a aquella que había sido su única amiga. La miraba con una mezcla de desprecio y arrepentimiento en sus ojos. Y pensó porqué la había abandonado cuando todo a su alrededor era tan difícil, porqué se había ido cuándo más la necesitaba, por qué había sido tan cobarde de irse con aquellos que la hacían sufrir en vez de quedarse a su lado para apoyarla.
La odió por ser así, la odió por verla sonreír cuando ella la necesitaba para llorar. Y se odió a ella misma por no ser capaz de seguir adelante, se odió por echarle la culpa a ella. Odió al mundo por no ser capaz de ser feliz.

Salió corriendo hacia su casa, odiando a todo ser viviente o inerte que se cruzaba a su paso.Se tiró sobre su cama para comenzar a llorar una vez más. Cogió un cojín se tapó la cara con él y comenzó a gritar, tiró el cojín al suelo y sus puños se dirigieron a la pared. Sus nudillos se despellejaron e incluso comenzaron a sangrar dejando en la blanca pared manchas de sangre, pero ya no sentía dolor, el único dolor lo sentía en el pecho, cuando las duras palabras que al dirigían se agolpaban en su cabeza, repitiendo una y otra vez aquellas hirientes carcajadas. No lo soportaba más, no podía volver a despertar en esa pesadilla. Su mirada se dirigió hacía la ventana de su cuarto, en ella vio la única solución de escapar a su tormento. Se dirigió hacia ella, la abrió con las manos temblorosas, miró el horizonte, estaba hermoso el cielo se teñía en colores anaranjados, rojos y morados.
Miró hacia abajo, no pasaba nadie cerca. Se subió al alféizar de la ventana, se puso en pie, y se dejó caer al vacío. Fue triste ver aquella escena, ver el cuerpo de una hermosa adolescente yaciendo en el suelo ensangrentado, con los ojos abiertos con lo que se podía definir como un brillo de descansar, por fin, en paz.
Allí acabó su pesadilla, por fin pudo ser libre. Pero no pudo hacer realidad todos los sueños que tenía, ni sentir todo lo que le quedaba por vivir…

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He abierto el cajón de los botones perdidos y he encontrado esto.
No es muy parecido a lo que escribo últimamente, pero creo que mucha gente se sentirá reflejada.

Como ya he anunciado en el blog de Caperucita, voy a estar ausente un tiempo aunque subiré entradas de vez en cuando. Espero que me disculpeis.

4 comentarios:

El perrito que reía dijo...

Muy triste, hay que estar muy mal para terminar haciendo algo así.

Besillos.

Lenika dijo...

no se cuando lo escribirias...pero esta muy bien...enhorabuena!

Kurisu-chan dijo...

Me pides que me confiese en este comentario y te voy a decir que hoy he encontrado más pinceladas de realidad de lo normal en tu historia.

De todo se puede sacar algo bueno. Los recuerdos desgraciados de tu vida te hacen escribir cosas maravillosas, como esto.

Perdida entre las letras de una frase desesperada...ahí estás tú.

Sara dijo...

Has descrito mi pasado con cuatro palabras bien expuestas...

Bonitos detalles, grandes expresiones, importantes palabras...

Me gustó leerte, fue como mirar de frente recuerdos olvidados.