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Sus grandes ojos verdes brillaban en aquella oscuridad que la rodeaba.
Un pitillo se sostenía a duras penas en sus carnosos labios en un rincón de aquél local de moda. Su larga cabellera avellana semi-caía por su espalda, ya que estaba recogida en dos palillos; sus largas piernas estaban moldeadas por unos zapatos de tacón. Su corto vestido añil dejaba ver sus muslos y se ajustaba en su pecho y vientre; estaba delgada pero no como las actrices y modelos que salían en las revistas del momento. Sus brazos llevaban a unas manos pequeñas, de finos dedos sobre los que había un anillo; su cuello, dejaba ver alguno de los mechones que se le habían escapado; mostrandola misteriosamente inocente.

Paseó la mirada por el lugar; buscando a alguien o quizás algo...
Se sentó y dejó la chupa de cuero sobre su regazo. Pidió un martini y le dió una calada. Era increiblemente sexy; una de las jóvenes más deseadas de la ciudad y en cambio... estaba sola, ¿o quizás no?
Algo llamó su atención y se puso en pie; con uno de los tacones enganchado en la butaca. Un chico acaba de entrar por la puerta.
Era moreno, con los ojos azules como el mar.
Ella sonrió. Por fin.
Iba bastante acorde con ella; unos pantalones vaqueros ajustados, una camiseta de manga corta que se pegaba a su cuerpo... Irresistible.
La besó en la frente y la sonrió. Todos los presentes estaban pendientes en aquella pareja.
Él pidió un gintónic y la miró de reojo. Jamás sería suya...
Seguramente se equivocaba en aquella situación, pues, aunque no lo supiese, ella pensaba lo mismo.

Le miró y sonrió. Siempre la trataba como a su mejor amiga, como a su hermana pequeña... y en verdad no se había dado cuenta de que ella ya era toda una mujer. Que ya había cumplido los dieciocho años, que no era como aquellas tardes en el parque jugando al futbol en las que ella se tenía que ir a ballet...
Ahora ambos iban a la universidad; ahora ella se preparaba para ser una gran periodista, y él, un ingeniero de caminos. La verdad, llevaba demasiado tiempo enamorada de él; había salido con otros chicos pero no estaba enamorada... Había intentado olvidarle pero le era imposible, tenía algo que la hechizaba... le necesitaba incluso para respirar.
Cerró los ojos y se dio cuenta de que se le había terminado el pitillo; mejor, lo tenía que dejar. Ella había comenzado a fumar, prácticamente, por él... Quería dejarlo pero, en aquellas noches en las que estaba sola en su cuarto, como siempre, eran un suave consuelo junto con el ordenador...

Últimamente estaba distinta, más madura, más mayor. Él suspiró. Había dejado de ser su niña. Ahora usaba sujetadores, carmín, mini-faldas y tacones altos. Ahora se protegía en chicos inmaduros y estúpidos y no en él. Ahora no le tenía miedo a nada y se comía el mundo.
Cuanto había tardado en darse cuenta... Ya era tarde para decirle que siempre había estado enamorado de ella, que ya no la veía como a una niña pequeña, que deseaba cada parte de su cuerpo...

Se miraron a los ojos y entendieron lo que pensaban ambos. Atraidos por el lugar, se besaron, con pasión, con ardoz; tantos años esperando ese beso sin darse cuenta...
Se separaron y una tímida sonrisa cruzó el rostro de ambos; ella se sonrojó y él la atrajo hacia si.
No volvería a permitir que ninguno de esos estúpidos se acercase a ella nunca más.
Sus labios se buscaron y se volvieron a besar, unidos, abrazados; bebiendo de aquél beso... Sus lenguas se entrelazaban, él la mordía la oreja, ella le besaba el cuello.
Pagaron y se marcharon de allí, a casa de él.

Fuera llovía a cántaros pero no les importó, estaban juntos y con eso sobraba.
Andaron hasta el metro y se metieron por la boca de Serrano. Dentro hacía calor y ellos estaban empapados; se sentaron en un banco a esperar el metro y se siguieron besando.
Ella estaba sentada encima de él, con las piernas abiertas y sus manos en el cuello. Él la acariciaba la espalda y el pelo húmedo, suelto a causa de la lluvia.
El tren llegó y ellos montaron, iban prácticamente solos. Las travesuras aumentaron de nivel, las caricias eran más sutiles y se morían por estar aún más cerca el uno del otro.
Llegaron a su destino, subieron las interminables escaleras y llegaron a hasta el portal de él.

Subieron a su piso; uno modosito de estudiantes. Había apuntes en la mesa de la cocina; un portátil olvidado, ropa desordenada... Ella rió y le acompañó hasta su cuarto.
En la cama estaba aquél osito que tiempo atrás le había regalado; tenían seis años y fue el primer regalo que ella le hizo sin motivo. Siempre le sorprendía aún más, ella era diferente.
Él la empujó con suavidad a la cama y la continuó besandola, quitandose la ropa poco a poco.
Bebían el uno del otro, con avidez, con dulzura e incluso se podría decir que con lujuria.
Sus cuerpos se buscaban, la ropa escaseaba y el amor se notaba en el aire.

La noche fue inexperta; pero llena de dulzura.
Dolor. Gemidos. Caricias. Miedo. Dificultad. Cariño. Pasión.
Un barullo de sentimientos y emociones se habían juntado y creado una auténtica explosión.
Las estrellas acogían a los dos amantes, dormidos, bajo su manto; con una sonrisa en los labios y una felicidad expectante.
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Terminé el relato =D
Estoy bastante satisfecha con él e incluso lo convierta en el prólogo de una novela; me ha venido la inspiración un poquillo ^^ (Aunque lo hace a malas horas ¬¬*)
Inspiración basada en taaaantas cosas cotidianas y reales... ¡¡Gracias LuzDe!!

Dentro de un rato hago otra actu que son las tres y veinte y todavía queda mucha madrugada...
¿Por qué siempre me pasará los jueves & viernes por la noche?

Imbécil hasta decir basta...
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Muñequita de todos, princesita de nadie *